Necesidad de Democratizar la Unión Europea

Posted by on May 21, 2014 in Blog, Deia, Noticias de Gipuzkoa | 0 comments

Necesidad de Democratizar la Unión Europea

Nos encontramos ante la crisis democrática de la Unión Europa (UE) ya que existe una desafección creciente de la población hacia las elecciones europeas, las consultas vía referendo a propósito de los tratados europeos han fracasado y la valoración que hace la ciudadanía de las instituciones europeas es cada vez más negativa. Si los promotores del Tratado de Lisboa (2007) aspiraban a fortalecer el Parlamento europeo y a establecer un diálogo con los ciudadanos, la crisis financiera y económica que se inicia en septiembre de 2008 ha dado lugar a un fortalecimiento de las entidades independientes (Tribunal, Comisión y Banco Central) y de los mecanismos de sanción automáticos así como a un debilitamiento de las instancias representativas, provocando una crisis de legitimidad democrática de la Unión Europea.

Antoine Vauchez recuerda en su libro titulado Démocratiser l’Europe que, a lo largo de su historia, la UE ha intentado responder a ese déficit democrático: “Desde la elección del Parlamento al sufragio universal directo hasta la creación de partidos políticos europeos, desde la iniciativa ciudadana europea hasta el mecanismo de investidura parlamentaria de la Comisión, todo el panel de la democracia representativa ha sido transferido al nivel de la Unión”. No en vano, a pesar de estos esfuerzos, los espacios de los procedimientos democráticos y de la decisión política se han alejado. En realidad, la dificultad para reorientar la UE resulta de la incapacidad para comprender Europa tal y como es, dado que numerosos actores y observadores confunden la UE tal y como es y tal y como debería ser. Esta confusión ha llevado los responsables políticos a querer transponer el modelo estatal de democracia parlamentaria al nivel europeo y a ocultar la especificidad de la construcción europea.

Ante el déficit democrático que caracteriza la construcción europea, los responsables políticos han respondido haciendo numerosas propuestas (elección del presidente de la Comisión al sufragio universal, fortalecimiento del papel del Parlamento europeo o concesión de la capacidad de proponer leyes a los diputados europeos) y aprobando medidas que aspiran a aproximar la UE a las democracias representativas nacionales, generando decepciones e ineficiencias. Paradójicamente, estos intentos para instaurar una democracia parlamentaria europea y alejar la UE de sus orígenes tecnocráticos, han desembocado en el fortalecimiento de las instituciones independientes: el Tribunal europeo, la Comisión europea y el Banco central europeo.

El Tratado de Lisboa pretendía reforzar y conceder un mayor protagonismo al Parlamento europeo ya que, según dicho Tratado, “el funcionamiento de la Unión se basa en la democracia representativa”; “los ciudadanos están directamente representados, a nivel de la Unión, en el Parlamento europeo”; “las decisiones son tomadas lo más abiertamente y cerca posible de los ciudadanos”; o “cualquier ciudadano tiene el derecho de participar en la vida democrática de la Unión”. Estos principios se han plasmado en el derecho de petición y de iniciativa popular, en la institucionalización del diálogo con las asociaciones representativas y la sociedad civil, en la transparencia y accountability, y en la Carta de los derechos fundamentales.

Si estos cambios parecían reforzar la democracia europea, la crisis económica de 2008 ha provocado un estancamiento e incluso un retroceso del proceso de democratización europea con un fortalecimiento de la gobernanza económica y financiera, un reforzamiento de las instituciones independientes y un debilitamiento y marginación del Parlamento, cuya misión se reduce a un papel consultivo. De hecho, el Parlamento está más preocupado en proteger sus competencias y prerrogativas con respecto a la Comisión europea y al Consejo de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE, que en mantener una actitud proactiva en la resolución de la crisis socioeconómica. Esta situación ha provocado un desinterés, un desconocimiento y una desafección creciente de los ciudadanos europeos hacia la construcción europea.

Para Vauchez, el fracaso de la democratización europea resulta de la incapacidad de los responsables comunitarios a comprender la naturaleza de la UE, provocando un malentendido entre los actores y observadores de dicha construcción. La propia terminología utilizada traduce esta confusión. La realidad es que el verdadero poder europeo se concentra en los órganos de control, supervisión, sanción y ejecución representados por el tríptico anteriormente mencionado que extrae su legitimidad de su independencia (con respecto a los intereses estatales), expertaza (capacidad analítica y profundo conocimiento de los entresijos de la UE) y defensa del interés comunitario (pretende encarnar el interés común). Al Tribunal, a la Comisión y al BCE se añaden 44 agencias especializadas que componen el entramado de la gobernanza europea.

Las instituciones independientes se han impuesto poco a poco gracias a la aparición de figuras europeas, tales como Jacques Delors, al coraje de la que han hecho gala las instituciones europeas en la defensa de los derechos humanos y democráticos fundamentales, al carácter aparentemente técnico y apolítico de los responsables comunitarios, y a la estrategia “furtiva” de estas entidades que transluce en la distancia manifestada hacia los contextos y coyunturas nacionales.

No en vano, este fortalecimiento ha generado ciertas críticas a propósito del secretismo y de la escasa transparencia en la toma de decisiones o del carácter irreversible de las decisiones tomadas, lo que ha llevado algunos observadores a cuestionar la legitimidad democrática de estas instituciones. Asimismo, este fortalecimiento de las instituciones independientes no se ha hecho sin resistencias ya que se produce una oposición entre dos legitimidades: la de las entidades independientes basada en la independencia, la expertaza y el interés comunitario, y la legitimidad proveniente de las urnas. Esta confrontación de legitimidades opone la Comisión al Parlamento europeo, la Comisión al Consejo de Jefes de Estado y de Gobierno, y la Comisión y los parlamentos nacionales.

Ante esta situación, Vauchez sugiere que la democratización de la UE no pasará por una “crisis saludable” que modificaría la arquitectura institucional de la Unión, sino que es preciso partir de la construcción europea tal y como es para poder transformarla. En ese sentido, considera que es necesario politizar las instituciones independientes cuestionando sus fundamentos legitimadores, abriendo el debate público sobre el funcionamiento y las decisiones tomadas por estas entidades, y utilizando un lenguaje comprensible por la ciudadanía, alejándose de esta forma de la jerga utilizada por los expertos y altos funcionarios europeos. Asimismo, es necesario mejorar la representatividad de las instituciones europeas para que no representen únicamente a los Estados-miembros.

Tribuna Abierta publicada en periódicos del Grupo Noticias el 21 de mayo de 2014.

http://www.deia.com/2014/05/21/opinion/tribuna-abierta/necesidad-de-democratizar-la-union-europea

http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2014/05/21/opinion/tribuna-abierta/necesidad-de-democratizar-la-union-europea

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