LAS CLAVES DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS
Les elecciones legislativas galas tendrán lugar los 12 y 19 de junio, poco después de las elecciones presidenciales, hasta el punto de convertirse en la tercera vuelta de las mismas. De hecho, desde la reforma constitucional de 2000 aprobada por referendo y la inversión del calendario electoral, el presidente electo goza sistemáticamente de una mayoría parlamentaria, lo que traduce, a la vez, una coherencia del electorado y una presidencialización creciente del sistema político francés. Esto genera una escasa incertidumbre en cuanto al desenlace final asociado a un cierto cansancio electoral que pueden desembocar en una escasa participación. No en vano, este escrutinio se singulariza por la presentación de listas conjuntas por las formaciones de izquierdas, el auge de la extrema derecha a pesar de su división y su incapacidad a tejer alianzas, la soledad y el potencial declive de la derecha republicana o la fortaleza del nacionalismo vasco en cuanto al País Vasco norte se refiere.
La primera incógnita alude al nivel de participación que se prevé débil, en la línea de la tendencia observada en las elecciones legislativas de 2017 donde la tasa de participación fue del 48,70% en la primera vuelta y de tan solo el 42,64% en la segunda vuelta. Este dato es especialmente relevante teniendo en cuanto el modo de escrutinio. En efecto, además ser un escrutinio uninominal mayoritario a dos vueltas, en la primera vuelta, es preciso llegar en las dos primeras posiciones o conseguir, como mínimo, el 12,5% de los inscritos en las listas electorales. Esto significa que, en un contexto de fuerte abstención, cercana al 50%, será necesario conseguir más del 25% de los votos emitidos para clasificarse para la segunda vuelta, lo que reduce notablemente las posibilidades de que acontezcan triangulares. Ello explica que tanto los partidos que apoyan al presidente Emmanuel Macron reunidos en Ensemble como las formaciones de izquierdas agrupadas en NUPES hayan decidido presentar candidaturas unitarias.
La segunda duda concierne el número de escaños que conseguirá la extrema derecha, teniendo en cuenta que las distintas listas de esta corriente política consiguieron el 32,28% de los sufragios en la primera vuelta y el 41,45% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. No en vano, la ausencia de candidaturas unitarias, en razón del rechazo de la Agrupación Nacional a aliarse a Reconquête y Débout La France, el repudio que la extrema derecha continúa suscitando en buena parte del electorado y el modo de escrutinio dificultan la obtención de un gran número de diputados. El precedente de 2017 es revelador, puesto que, a pesar de lograr el 33,90% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el Frente Nacional tan solo obtuvo 8 diputados, a los que se añadió 1 diputado de Debout La France. En este escrutinio, se contempla un aumento del número de escaños obtenidos por la ultra-derecha que es susceptible de permitirle constituir un grupo parlamentario.
El tercer interrogante concierne la cantidad de diputados que obtendrán las candidaturas unitarias de la izquierda. Tras el fracaso de las últimas elecciones presidenciales donde ningún candidato de izquierdas consiguió clasificarse para la segunda vuelta y en las cuales el porcentaje de votos cosechado por los diferentes candidatos progresistas se situó a un nivel históricamente diminuto, bajo la presión de sus bases, la Francia Insumisa, los Verdes, el Partido Socialista y el Partido Comunista se han unido para presentar candidaturas comunes y elaborar un esbozo de programa compartido. Esta unión, que ha suscitado un intenso debate en el seno del Partido Socialista, ha generado cierta esperanza en el electorado de izquierdas y permite a la izquierda presentarse como la principal oposición a la mayoría presidencial. Los últimos sondeos indican que podría conseguir el 25% de los sufragios y entre 170 y 205 diputados, lo que supondría un notable incremento con respecto a 2017 donde tuvo que conformarse con 73 escaños.
La cuarta indecisión estriba en la representación parlamentaria que conseguirá la derecha republicana, en un contexto marcado por un pésimo resultado cosechado en las últimas elecciones presidenciales donde su candidata no alcanzo el 5% de los votos y por la incorporación de algunos de sus parlamentarios a la mayoría presidencial. Si, en 2017, obtuvo 136 diputados, 120 de los cuales siendo miembros del partido Los Republicanos, los últimos sondeos indican que, esta vez, conseguiría el 10% de los sufragios y entre 35 y 55 escaños, es decir que perdería más de la mitad de sus diputados. La reducción de su espacio político, atrapado entre el centro-derecha y la extrema derecha, y su rechazo de tejer alianzas con otras formaciones políticas lo condenan a un cierto declive, a pesar de la implantación local de sus candidatos y su importante representación institucional en los municipios, los departamentos y las regiones.
La quinta duda hace referencia al resultado que obtendrá el nacionalismo vasco, sabiendo que, en 2017, Euskal Herria Bai obtuvo el 10,42% de los votos, en progresión con respecto al escrutinio anterior donde cosechó el 8,80% de los sufragios. La renovación de sus candidatos y los buenos resultados logrados tanto en votos como en porcentajes en las elecciones municipales de 2020 y departamentales de 2021 (24,68%), en unos contextos de fuerte abstención, hacen presagiar un fortalecimiento del voto a favor del nacionalismo vasco. No en vano, la existencia de la circunscripción vasco-bearnesa y la presentación de candidaturas unitarias tanto en el centro-derecha como en la izquierda hexagonal pueden dificultar su acceso a la segunda vuelta. Consciente de ello, EH Bai ha decido centrar su campaña en las temáticas de la vivienda y de la ecología, al tiempo que incide en las diferencias que lo separan de la otra candidatura de izquierda en materia de lengua vasca, institucionalización del territorio y proceso de paz.
Tribuna Abierta publicada el 8 de junio de 2022 en el periódico GARA.