LA POLÍTICA A FAVOR DE LA CULTURA VASCA EN EL PAÍS VASCO NORTE
La creación del Instituto Cultural Vasco (ICV) en 1990 marca un punto de inflexión en la política a favor de la cultura vasca en Iparralde, por una parte, porque el territorio dispone, a partir de entonces, de una política específica que aspira a fomentar su propia cultura, y, por otra parte, puesto que el País Vasco norte se dota de una institución encargada de elaborar, implementar y evaluar esta política pública. De hecho, hasta la fecha, la política cultural, en la cual la cultura vasca estaba marginada al ocupar un lugar residual, era concebida y llevada a cabo por el Estado galo, la Región Aquitania, el Departamento de los Pirineos-Atlánticos y los Ayuntamientos de Iparralde. Esta situación propició la constitución y la posterior movilización de un movimiento cultural vasco dinámico y de un movimiento nacionalista vasco vivaz para el cual la defensa y la promoción de la identidad lingüística y cultural vasca constituían aspectos esenciales. De hecho, la formación de la ICV se produce en un contexto histórico marcado por un doble fenómeno.
Por una parte, tras décadas de relaciones conflictivas entre las administraciones públicas y la sociedad civil organizada encarnada por las asociaciones culturales vascas que desean fomentar la lengua y la cultura propias, las instituciones expresan el deseo de pasar de una lógica de confrontación a una lógica de cooperación. Esta voluntad se plasma en la creación de instancias de concertación que reúnen a todos los actores implicados en la cultura para, de manera conjunta, elaborar un diagnóstico de la situación, fijar unos objetivos a medio y largo plazo, y diseñar unas medidas que permitan alcanzarlos. En este sentido, se trata de una nueva manera de concebir, implementar y evaluar las políticas culturales.
Por otra parte, se recrudece el debate en torno a la diversidad cultural y los derechos culturales que tendrán posteriormente un amparo internacional gracias a la Declaración de la UNESCO de 2001 y la Declaración de Friburgo de 2007. Así, en el artículo primero de su Declaración, la UNESCO afirma que la diversidad cultural « constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras ». Añade, en su tercer artículo, que « la diversidad cultural amplía las posibilidades de elección que se brindan a todos; es una de las fuentes del desarrollo, entendido no solamente en términos de crecimiento económico, sino también como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria ». De su parte, la Declaración de Friburgo subraya que los derechos culturales « son esenciales para la dignidad humana; por ello forman parte integrante de los derechos humanos y deben interpretarse según los principios de universalidad, indivisibilidad e interdependencia ».
El advenimiento del ICV está precedido, a inicios de los años ochenta, por la efervescencia y la estructuración del movimiento cultural vasco, con la organización de las Jornadas para un estatus de la cultura y la lengua vascas y la publicación del Informe Giordan sobre la democracia cultural. En efecto, la primera alternancia de la Quinta República en 1981, tanto en la presidencia como en el gobierno, suscita ciertas esperanzas y abre nuevas perspectivas. La dinámica iniciada desemboca en la creación del Centro Cultural del País Vasco, por una parte, y, por otra parte, en la reunión de las asociaciones culturales vascas en la federación Pizkundea que lleva a cabo una serie de movilizaciones bajo el lema Deiadar para obligar los poderes públicos a elaborar e implementar políticas específicas de promoción de la cultura vasca. El informe exhaustivo realizado por Daniel Landart, sobre la situación de la cultura vasca en Iparralde, contribuye igualmente a una concienciación de las administraciones públicas sobre esta problemática.
Desde su creación, bajo el impulso de las asociaciones culturales y gracias a la voluntad política de las diferentes administraciones públicas, el Instituto Cultural Vasco, cuya sede se encuentra en el Castillo Lota de Uztaritze, trabaja para la conservación, transmisión y difusión de la cultura vasca, promoviendo especialmente las iniciativas a favor de la creación de expresión vasca. Esta entidad « es reconocida como un polo de recursos de la cultura vasca y juega un papel importante en el marco de las relaciones transfronterizas, [sobre todo] gracias a una colaboración privilegiada con el Gobierno Vasco ».
El ICV trata de acompañar, en el día a día, las asociaciones culturales (de las cuales 160 son miembros de la entidad) involucradas en los ámbitos de las artes escénicas, el sector audiovisual, el patrimonio y las letras. Promueve, asimismo, la acción cultural. En efecto, « su equipo profesional desarrolla unos proyectos en estrecha colaboración con sus asociaciones-miembros, así como con otros socios ». Está básicamente financiado por las administraciones públicas, tanto galas como vascas, y su Consejo de administración está compuesto por entidades públicas y actores culturales del territorio.
Los estatutos confieren cuatro misiones principales al ICV: 1) « acompañar los decisores institucionales en la definición de las políticas [públicas] en materia de cultura vasca »; 2) « salvaguardar, transmitir y valorizar el patrimonio cultural vasco »; 3) « acompañar los actores culturales en los ámbitos de la creación, la formación y la difusión »; y, 4) « difundir todos los elementos de información [que conciernen] la cultura vasca, [a través de] las redes modernas de comunicación ». Para llevar a cabo estas misiones, el Instituto Cultural Vasco marca unas orientaciones estratégicas que se han plasmado en un conjunto de programas y dispositivos.
Esta política pública ha surtido efecto, de lo que da cuenta el Estudio sobre la participación cultural en el País Vasco norte. Además de propiciar un aumento no desdeñable de numerosas prácticas culturales de expresión vasca y no-vasca en el País Vasco norte, la política a favor de la cultura vasca diseñada e implementada por el ICV ha permitido elaborar una política global y coherente en esta materia; estructurar y fortalecer un tejido asociativo denso y variado en el ámbito cultural; promocionar los artistas y sus obras en distintas esferas geográficas y ante diferentes públicos; aumentar cuantitativamente y mejorar cualitativamente la oferta cultural propuesta a la ciudadanía; prestigiar la cultura vasca tanto ante el público local, regional, estatal e internacional como ante las diferentes administraciones públicas; y, desarrollar múltiples colaboraciones con instituciones del sur de la Bidasoa.
A pesar de estos avances, quedan ciertos retos pendientes, tales como acompañar, en mayor medida, las dinámicas de práctica y creación culturales de expresión vasca; difundir y promover más aún la cultura vasca ante todos los públicos, a la vez, en cuanto a clases de edad y a territorios de proveniencia; transmitir esta cultura a las nuevas generaciones hiperconectadas a Internet y a las redes sociales y que no son necesariamente vascoparlantes; conservar la memoria visual y oral, y valorizar los fondos patrimoniales; garantizar el vínculo entre la lengua y la cultura vascas; buscar una mayor cooperación y complementariedad a escala transfronteriza tanto con Euskadi como con Navarra; poner en marcha un observatorio de la cultura vasca para analizar sus características y dar cuenta de sus evoluciones.
Tribuna Abierta publicada en el periódico DEIA el 11 de marzo de 2021.